miércoles, 6 de octubre de 2010

Un concepto de humanidad

A quemarropa... Te presento un texto sin juicio de mi parte y sin una introducción que no podría pasar de tediosa y mediocre. Después, al final, si llegó a escalar posiciones en tus intereses, hasta considerar que vale la pena informarse sobre su contexto, están las explicaciones.

"...La humanidad, después de todo, es un concepto que solo indirectamente tiene que ver con la forma, el tamaño, el color, los tejidos, o con el número de dedos, miembros, cabezas, presencia o ausencia de escamas, colas o, bien mirado, sexo.
Sentimos una próxima humanidad en los delfines, en las ballenas y en otras criaturas de esta tierra nuestra. En mundos lejanos, enfrentados por arañas de dos metros nos preguntaríamos -a una distancia prudencial- cuáles son sus motivos y nos haríamos una idea de su humanidad. Por horrorosas que fueran sus máscaras, sus formas, sus apariencias externas, si el espíritu de Cristo, el de Buda o el de Mahoma ha logrado instruirlas, nos sentaríamos y compartiríamos el pan con ellas, confiados en que no son ni más ni menos paradójicas que nosotros, enterados de que la luz y la oscuridad existen en todos nosotros y que la voluntad de matar se pone a un lado y no se ejerce la mayor parte de las veces..."

Lo que has leído es un pequeño fragmento extraído del texto "Dios en la ficción científica" del escritor Ray Bradbury, ensayo que es parte del excepcional libro-objeto "Fantasmas para siempre", una simbiosis fuera de lo común, una obra realizada "a dos manos" entre Ray Bradbury (1920) y el artista argentino Aldo Sessa (1940) en 1980, publicada en edición bilingüe con traducción de Patricio Canto, en Argentina, por Ediciones Librería La Ciudad, Editorial CREA S.A,. en una primera edición numerada de 4270 ejemplares (el mío, entonces, tiene identidad propia, es el 951, y así lo saludo cada vez que lo abro: "Hola 951, a ver que releemos hoy").

martes, 5 de octubre de 2010

"La aldea de Chiang "+ "Luz y sombra"

¿Pertenecés a esa clase de gente que ha descubierto que la puesta del sol es probablemente uno de los espectáculos más imponentes y sublimes al que uno puede asistir cada día? ¿Pertenecés a quienes se bajan del fragor de la lucha diaria para vivir ese momento extraordinario que nos entrega la naturaleza?

Yo conozco un poeta chino que pertenece a esa clase de gente, Tu Fu. No es el único, claro, hay otros ilustres artistas chinos como por ejemplo el gran Li Tai Po, y yo podría lucirme dando una extensísima lista de muchos más, pero claro, con mi libro Historia de la poesía china a mi lado en este momento, casi aferrado a las manos, si no fuera porque tengo que tipear, no sería mucho mérito, así que desisto de pavonearme listando grandes poetas de esa tierra.

Volviendo a Tu Fu, como todo gran artista privilegiado por Dios, o por la Naturaleza, o por el azar, o por lo que vos quieras poner como causa extraordinaria que lo llevó a ser lo que fue, escribió un pequeño, sencillo pero magnífico, hermoso poema, "La aldea de Chiang", donde no solo describe brevísimamente ese también efímero momento de la puesta del sol, sino que muestra escenas de la vida misma que suceden en ese intervalo que conecta el día y la noche. Para entender mejor lo que describe, la época en que transcurre la historia estaba signada por guerras y hambrunas.

La aldea de Chiang

Nubes de púrpura incendian el occidente,
el sol baja hasta el fondo del horizonte.
A la vuelta de la cabaña los pájaros susurran,
el viajero regresa de tierras lejanas.
Mi mujer y los niños se llenan de asombro al verme;
vueltos en sí, secan sus lágrimas.
En tiempos de desastre erraron aquí y allá;
¡el destino respetó mi juramento de volver vivo!
Para verme, los vecinos se reunen sobre el muro,
y también ellos suspiran con nosotros.
La noche crece, las velas nos iluminan
mientras estamos sentados y aún creemos soñar.

Y ahora trataré de cruzar a través del espacio y el tiempo para llegar a Estados Unidos hace pocas décadas, sin romper el clima creado por Tu Fu.

Hay un texto que, lo admito, no es poesía de alto vuelo, no es Rimbaud, ni Baudelaire, ni Kazantzakis, ni Borges, pero desde que lo leí hace muchos años lo memoricé y no ha dejado de gustarme, tal vez llevado a eso por la inmensa atracción que siento por el mar, la playa, los puertos, las gaviotas... Se llama "Luz y sombra" y ya no recuerdo el nombre del autor. He tratado de encontrarlo en internet, en castellano o en inglés, pero fracasé estrepitosamente. Es por eso también que lo cito acá, porque no es hallable en la red.

Luz y sombra

Si hay una vida más allá de la muerte
estas leonadas playas sabrán mucho de mí
volveré aquí tan constante y diverso
como el mar inmutable y multicolor
Si la vida fue corta, si me hizo despectivo,
perdóname, me enderezaré lo mismo que una llama
en la gran calma de la muerte; y, si me necesitas, llámame,
llámame a gritos en las dunas de las playas...