A quemarropa... Te presento un texto sin juicio de mi parte y sin una introducción que no podría pasar de tediosa y mediocre. Después, al final, si llegó a escalar posiciones en tus intereses, hasta considerar que vale la pena informarse sobre su contexto, están las explicaciones.
"...La humanidad, después de todo, es un concepto que solo indirectamente tiene que ver con la forma, el tamaño, el color, los tejidos, o con el número de dedos, miembros, cabezas, presencia o ausencia de escamas, colas o, bien mirado, sexo.
Sentimos una próxima humanidad en los delfines, en las ballenas y en otras criaturas de esta tierra nuestra. En mundos lejanos, enfrentados por arañas de dos metros nos preguntaríamos -a una distancia prudencial- cuáles son sus motivos y nos haríamos una idea de su humanidad. Por horrorosas que fueran sus máscaras, sus formas, sus apariencias externas, si el espíritu de Cristo, el de Buda o el de Mahoma ha logrado instruirlas, nos sentaríamos y compartiríamos el pan con ellas, confiados en que no son ni más ni menos paradójicas que nosotros, enterados de que la luz y la oscuridad existen en todos nosotros y que la voluntad de matar se pone a un lado y no se ejerce la mayor parte de las veces..."
Lo que has leído es un pequeño fragmento extraído del texto "Dios en la ficción científica" del escritor Ray Bradbury, ensayo que es parte del excepcional libro-objeto "Fantasmas para siempre", una simbiosis fuera de lo común, una obra realizada "a dos manos" entre Ray Bradbury (1920) y el artista argentino Aldo Sessa (1940) en 1980, publicada en edición bilingüe con traducción de Patricio Canto, en Argentina, por Ediciones Librería La Ciudad, Editorial CREA S.A,. en una primera edición numerada de 4270 ejemplares (el mío, entonces, tiene identidad propia, es el 951, y así lo saludo cada vez que lo abro: "Hola 951, a ver que releemos hoy").